Rincón Literario: Una sorpresa para el búho (fábula cortita)
Alejandro Dieppa León
Un búho, ataviado de ojos grandes, atentos ante cualquier titubeo de todo cuanto se ocultaba bajo su atalaya de caza, de mirada penetrante, gélida, insensible, con la cual era capaz de atravesar, ayudada por la fina percepción de sus puntiagudos oídos, la penumbra de la noche, buscaba una presa o varias; para saciar el apetito roedor de sus agitadas tripas; pues hacía dos días que la madre naturaleza no le había agasajado con un nutritivo manjar, aunque fuera de pequeño tamaño, o un jugoso festín, de gran tamaño, aunque hubiera tenido que ganárselo, a pulso, en mortal combate. «Ya hasta dudo: ¿Si éste será un buen lugar para seguir cazando?», se interrogó, en las cavidades de su cerebro:
En la caverna mitológica animal, no humana. «¿Se habrá agotado la caza?», se preguntó, una vez más, cuando la inestabilidad estaba comenzando a desbaratar su habitual traje de paciencia; pues todo el tiempo posado, desde hacía tres días, en aquella fornida rama lo había desgastado, tanto física como mentalmente, lo suficiente como para tomar una esperada drástica decisión. Fulminante no disparado, acertadamente, al llegar, por parte de la diosa de las casualidades, hasta su sentir auditivo, el leve crujir de una frágil ramita de una futura presa, seguido de un esculpido silencio ajustado al tempo pactado por parte de ésta, con la caprichosa vida; para cuando ella, la vida, le diera el visto bueno pasar, segura, ante aquel depredador al cual localizó, por su fiel olfato, en cuanto pudiera reanudar su marcha.
El Búho, astuto en su estrategia de supervivencia, variando el plan habitual de caza, elevó el vuelo en sentido opuesto a donde todo apuntaba el lugar exacto donde se había petrificado su presa: Una gran rata de campo, la cual, al ver por el rabillo del ojo derecho y por entremedio de las ramas, como su depredador se alejaba, en sentido contrario al de su marcha, y aprovechando aquel soplo de suerte, confiando en que aquel señor de la noche no volvería salió corriendo con una nutritiva castaña bien fijada entre sus, también, temidas mandíbulas, en dirección a su madriguera para degustarla a conciencia. Momento calculado, al milímetro, por el búho; para dar una acrobática vuelta en pleno vuelo la cual fue ejecutada con tanta eficiencia que puso en el punto de mira de la maniobra descendiente de caza a la presa.
Todo preconizaba el fatídico desenlace para la abstraída rata de campo según se acercaba a ella, en silenciosa caída de cuarenta y cinco grados, su majestuoso y alado depredador y justo cuando le hundía las garras en la nuca de la sorprendida rata, sin compasión alguna, acabando con aquel roedor, en un visto y no visto, un lince ibérico le dio dos fuertes zarpazos al búho acabando, sin contemplación también, con el señor de la noche.
Moraleja: ¡Cómo es la vida! Cuando piensas que todo está en orden, llega un inesperado felino y te da un zarpazo.
Medita.
Pensamiento: Nunca es poca toda precaución.
Nota del autor: Fábula y frase inspiradas en el dibujo.
isabel santervaz
Muy bueno tu relato. Una realidad, el grande se come al chico sin miramientos. La precaución impera.