Lugares con historia: La playa de Melenara
Antonio María González Padrón
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(A las memorias imperecederas de mis primas Ana Rosa Fleitas Padrón y Lalita (Candelaria) Pérez Blanco, que mecieron sus vidas al ritmo de las olas atlánticas).
Cuando el gran Lope de Vega escribió su obra La Dragontea nos regaló unos bellísimos versos, que a manera de acta notarial dejaba constancia histórica de un hecho realmente relevante: la defensa que de la Gran Canaria hicieron unos cuantos pastores teldenses al evitar la más que posible invasión inglesa dirigida por Drake, para nosotros sanguinario pirata y para ellos flamante almirante. La composición lírica del Fénix de los ingenios canta así:
Cinco leguas corrió más adelante:/mas no hay remedio, aunque la Isla ciña,/para sus pretensiones importante,/,por más que sus montañas escudriña./Determínase hacer agua bastante,/y veinte ingleses pone en la campiña/que llaman los isleños Melenara,/pero vendió el agua allí cara.//Que ciertos ganaderos, que a sus dueños/guardaron más el agua que las reses,/ya con tejidas hondas, ya con leños/como troncos de pinos o cipreses,/prueban los brazos rústicos isleños/en los soldados míseros ingleses,/como ministros del ayudante en fragua,/haciéndoles llevar sangre por agua.//Que como no eran de David soldados,/ni la cisterna de Belén aquella,/quedaron en el campo destrozados/sin llevar al Dragón el agua de ella/A cuál deja los sesos machucados/la voladora piedra, que con ella/no hiciera más extraña batería/el pedrero mejor de artillería.//Hinchan los nervios de los fuertes brazos,/y con rústica voz escaramuzan,/dividiendo los cuerpos en pedazos,/las piernas quiebran y las caras cruzan./Al que por su desdicha viene a brazos,/crujiéndole los huesos desmenuzan,/y allí se vio que al fin de tantos robos/mueren a manos del pastor los lobos.// Como suele quedar después que ha sido/Acabada la fiesta de los toros/Este desjarretado, aquél tendido,/
Vertiendo sangre los abiertos poros,/Así en el campo, el escuadrón herido/Miraba el vencedor riendo a coros./Porque de veinte los catorce tienden,/Y de seis que quedaban, los tres prenden.// Que los huidos se arrojaron luego/De aquellos riscos al tormento eterno,/Que aun en la mar vencidos, se dan fuego/Y se van a gozar el del infierno./El Draque entonces de coraje ciego./No le sonando muy alegre y tierno/De los Canarios el presente canto,/Arrojóse a la mar trocado en llanto.//
Leyendo de nuevo la obra poética de Montiano Placeres Torón (Telde, 1885-1938), hemos llegado a un largo poema dedicado a la playa de sus anhelos, Melenara, aquella que visitó en numerosas ocasiones para deleite de su espíritu y cuerpo. Montiano no era un vividor, si por tal se tiene al que utiliza la vida para dar rienda suelta a su hedonismo (Esta corriente filosófica defiende una existencia llena de placeres), pero sí vivió en una cotidiana bohemia.
Entregado al Arte en todas las acepciones del término, amó la vida e hizo de ella una continua búsqueda de la belleza, así nos lo transmite cada vez que tiene ocasión. Los que no tuvimos el placer de conocerle, escudriñamos su intensa y pasional existencia a través de su obra literaria, sea ésta poética, periodística o dramatúrgica. Orador inmisericorde, le encantaba dirigirse a sus escuchantes de manera directa, aparentando una improvisación en el discurso que no era tal. Lo hemos comprobado en varias cuartillas que, a manera de anotaciones, les servían como “chuletas” a la hora de sus disertaciones. Éstas sólo reseñaban alguna que otra fecha y cuando más el nombre y apellidos de un autor literario, crítico de Arte o pensador.
Su bien aquilatada cultura, fruto de su continuo estudio e inmersión en la literatura española, francesa, inglesa e italiana (Sólo dominaba el francés entre las lenguas extranjeras, por lo que las otras literaturas foráneas las leía siempre que estuviesen traducidas al español o al idioma galo) le hacían un orador espléndido, que sabía dosificar la parte seria del discurso con algún que otro chascarrillo que, a la vez de liberar tensiones, dejaba buen sabor de boca entre los asistentes a sus charlas.
Siempre que tenía ocasión y de manera natural introducía en las conversaciones los más variados temas del pensamiento humano: la gastronomía, la cultura del vino, la jardinería, el paisajismo… y así un sinfín de cuestiones eran tratadas con solvente actitud intelectual. Contar con la presencia de don Montiano, era garantía de éxito para cualquier tertulia que se preciara de tal. Sus excursiones por las tierras de la comarca teldense eran alabadas por amigos y foráneos invitados.
En los anales de la Historia teldense del siglo XX se llenan páginas enteras con estas actividades deportivo-literarias. Lo mismo se le ocurría un viaje a pie a algunas de las playas del litoral teldense como a las cercanas fincas de San Antonio del Tabaibal (Finca de las Cruces y Finca de las Tres Suertes, la primera de ellas perteneciente a don Juan de León y Castillo y la segunda a don Antonio de la Nuez Romero). Memorable fue la que tuvo lugar el 1 de enero de 1900 con motivo de la inauguración de la Cruz del Siglo, en la cúspide de la Montaña de Las Palmas, que reunió a varios centenares de personas. Este acto cívico-religioso tuvo un alto contenido literario, ya que a lo largo del camino se hicieron numerosas paradas o estaciones, aprovechadas por nuestro poeta para deleitar a concurrencia con lo más granado de la Poesía Española e Iberoamericana de todos los tiempos.
Al llegar aquí, invito a mis sufridos lectores a repasar conmigo esa Visión de La Playa, en donde de nuevo, Placeres Torón se erige en notario de la Historia, aportándonos infinidad de datos que fácilmente nos acercan a realidades pasadas, que tal vez la mayoría de nosotros desconocemos:
Melenara ha perdido su primitivo encanto./¿Qué fue de sus barracas? ¿Qué de sus pescadores?/Al contemplarte ahora, ¿por qué viene a mí el llanto?/¿Dónde están, playa amiga, tus perdidos amores?//Ni barracas ni barcas, menesteres del pobre…/¿Hacia qué mundo, loca, la humanidad camina?-/Los barqueros no quieren las monedas de cobre/cegados por el brillo de la libra esterlina;//porque ahora una fuerte casa de Liverpool/hasta la playa amiga su comercio ha extendido,/y, presto, ha levantado frente a la mar azul,/un almacén enorme a la roca adherido.// Hoy tiene Melenara, tras muchas dilaciones, estrecha carretera que costeó el Estado;/y pronto tendrá muelle;-lo dijo el Diputado/aquella vez que estuvo en tiempo de elecciones…// Diariamente los carros, de carga portadores,/-tomates o bananas-en infernal vaivén/hasta la playa llegan…Los pobres pescadores/en sus hombros la carga llevan al almacén…// El barquero más viejo de la playa, tendido/de un irrisorio muro a la sombra imposible,/ve el trajín de estos hombres, que ha poco tiempo, han ido/a su mando, en la barca, ya como él inservible…//Y ahora aquí mismo, todos, con afán, impacientes,/y cual si fuera una declaración de guerra, unas horas al día, mirándole, insolentes,/junto a la mar trabajan en cosas de tierra…//Y luego que hacia el pueblo partió el último carro,/y el almacén, ahíto, cerró su portalón,/encendieron algunos su pipa o su cigarro/y los demás sus penas anegaron en ron…// II- Aquí está el vaporcito; llegó a la media noche;/transportará los frutos al Puerto de la Luz;/esta mañana vino un inglés con su coche;/con agua del mar se hizo en la frente una cruz;//dejó que su mirada vagara por la extensa/llanura movediza, y, con pueril porfía,/pidió calladamente que la planicie inmensa/le mostrara el camino que aquí le trajo un día;//después, al encargado del almacén le habló;/le entregó unos papeles, le dio unas instrucciones;/hizo en otros papeles unas apuntaciones,/y, al momento, en el coche, el regreso emprendió./// III//El buque dos barcazas hacia la playa envía;/en una de ellas viene, grave y serio, el patrón/que, altivo, a un ilusorio temporal desafía,/la pipa entre los dientes, la mano en el timón.//A hombros de un esforzado remero desembarca;/y, ya sobre la arena ,de fatuidad henchido,/su áspera mano tiende, con aires de jerarca,/a estas gentes que, afables, siempre le han acogido.//Tras la protocolaria visita al almacén,/la pequeña taberna fue invadida por todos;/y como claros signos de un presunto belén,/hay frases mal sonantes y hay empinar de codos…// IV- El barco abarrotado de huacales, se mece/pesadamente sobre la inercia de la mar./Ya el patrón está a bordo. La gente ahora obedece,/ciega, su voz de mando. El barco va a zarpar.//Filo del mediodía. La quietud se hizo dueña/de la playa. Parece que aquí todo haya muerto./-La barquera más joven, Amor, contigo, sueña,/porque tienes para ella la atracción de lo incierto…-// Ya el barco levó anclas. Ya la hélice el cristal/ de las aguas ha roto. Ya navega, ligero./-La barquera en la playa, oh, Amor, llora su mal.// Para aquesta muchacha, tú eres un marinero/de ese barco que ha hecho rumbo a la capital!
El evocador relato irremediablemente nos lleva a los años veinte y treinta del pasado siglo, cuando el poeta esporádicamente acude a las arenas negras de Melenara para parrandear con sus amigos o para pasar breves temporadas en una de las casetas de madera que a manera de palafito, ocupan la primera línea de playa. Por otras aportaciones literarias, sabemos de sus gustos gastronómicos, en donde el pescado, los mariscos y el pulpo, formaban parte de su dieta playera. Todo ello, acompañado de buenos vinos, cuando no del celebérrimo Ron de Telde, también conocido entre nuestros paisanos por Ron de la Máquina. Las Isas, Folías y Malagueñas templadas al son de guitarras, bandurrias y timplillos ambientaban esas comilonas de certero principio e inciertos finales.
Hasta aquí, esta crónica apresurada, debida más a los genios inmortales de los grandes don Lope y don Montiano que a la torpe pluma de este humilde Cronista.
Antonio María González Padrón es licenciado en Historia del Arte, cronista oficial de Telde, Hijo Predilecto de esta ciudad y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.
Juani
Melenara estuvo olvidada mucho tiempo ahora vienen a especular Me acuerdo de niño melenara echa un desastre porque allí vivíamos gente pobre ahora te ibas a las vecinas salinetas y la garita y daba envidia porque en esas playas vivían la cúpula del ayuntamiento y gente muy poderosa pero ahora melenara es un filón y todos quieren su parte del pastel los especuladores se pegan
Carlos Almeida
Le faltó hablar de la posmodernidad esta última que sufre la playa y que la ha transportado al cajón no de sastre, sino desastre de la historia.