19/03/2023 - 18:07

La primavera y el escritor

TA ofrece una reflexión del profesor, ecologista y escritor José Manuel Espiño Meilán

La primavera y el escritor
Publicaciones de José Luis González Ruano/TA.
JOSÉ MANUEL ESPIÑO MEILÁN

Dedicado a todos los amantes de la escritura y a los escritores en general, pues son ellos los que abren la puerta de nuestros corazones, bien golpeteando suavemente con los nudillos, bien martilleando con fuerza. Otras veces, apenas rozándola con la yema de sus dedos.

 

Todos los lectores sabemos de ellos, de todos guardamos imborrables recuerdos. Hoy el artículo versará sobre un escritor que abrió la puerta de mi corazón de par en par, llenándolo de valores, conocimientos, emoción por el descubrimiento, pasión por la vida.

 

Hoy, diecinueve de marzo, se celebra la festividad de San José. Es importante para mí, no tanto por el santoral en sí, sino porque es mi onomástica -todos tenemos un nombre y el mío obedece al nombre de mis abuelos: José y Manuel-, y era la onomástica -o es según el recuerdo que cada uno tenga de él-, de mi amigo el escritor José Luis González Ruano.

 

Tal día como hoy, durante cuatro décadas, no faltó la felicitación recíproca, realizada de tantas maneras que no viene a cuento hablar de ellas. Desde una simple llamada -muchas veces por razones viajeras de cualquiera de los dos-, a un encuentro corto o largo, personal o familiar.

 

La razón de este artículo obedece, no obstante, a una reflexión sobre la obra literaria de José Luis, pasado un mes de la celebración del Día de las Letras Canarias que este año se celebró el día veintiuno del finalizado mes de febrero.

 

Mañana, día veinte de marzo, dará comienzo oficialmente la primavera, el primer día de la estación pues el equinoccio de primavera es quien marca el inicio de la misma y eso sucederá pasado el medioadía, a eso de las cuatro de la tarde según donde nos encontremos. ¡Qué quieren que les diga! Conocen bien mi modo de pensar sobre tan terca manía en temporalizarlo todo.

 

La realidad que imponen los seres vivos es otra. Ya se encarga la naturaleza de trastocarlo todo, pues el día a día de plantas y animales convierte en realidad ficticia aquello que impone el rigor del calendario humano.

 

Ya no florecen en primavera las plantas que ensalzan en sus poesías y narraciones, poetas y escritores. Muchas plantas han adelantado su primavera tras las bondadosas lluvias otoño-invernales y el proceso de floración y fructificación está en marcha desde hace semanas en el mejor de los casos, meses en muchos otros. Los insectos, dependientes de los ciclos que les marcan las plantas y sus floraciones, han hecho lo mismo y su primavera ha sido el reciente invierno.

 

Tiene mucha culpa de ello la climatología, pues, un poco loca o al menos así lo cree una buena parte de esta humanidad que vive a espaldas de la naturaleza, justifica las razones para el cambio producido que, volviendo a la lógica estacional, a todas luces debería iniciarse a partir de fecha tan señalada. Pero el tiempo es así, con cambio climático por medio y así como el invierno puede sorprendernos con un corto veranillo, la primavera puede llegar con aires gélidos u ocasionales nevadas impropias de tan florida estación.

 

Justo al día siguiente de entrar la Primavera, el veintiuno de marzo hará un mes que se habrá celebrado el Día de las Letras Canarias, dedicado en esta ocasión al joven poeta palmero Félix Francisco Casanova Martín.

 

Es esta una buena fecha para recordar a otro escritor, igualmente fallecido, palmense de nacimiento y gariteño de corazón. Me refiero a José Luis González Ruano.

 

De su obra literaria hice buen eco -hará de ello un par de años-, a lo largo de nueve artículos, a propósito de sus nueve obras escritas y publicadas, en las cuales abordó la novela, la narrativa de viajes, la poesía -obtuvo por una de sus publicaciones el accésit del premio Pedro García Cabrera- y el ensayo antropológico insular.

 

Son un centenar de páginas que les invito a leer -releerlas si ya las conocen-, buceando en los archivos de este diario.

Pasión sin límites, amor por la isla que le vio nacer y por las islas del mundo donde pergeñaba, a través de sus viajes, un tratado antropológoco sobre el ser humano insular.

 

Con el décimo artículo traté de despertar conciencias, golpear en las puertas de las administraciones haciendo uso de la palabra. Es de recibo reconocer que se consiguió. Su contenido tuvo eco en los gestores culturales, en los representantes políticos y en la sociedad, su gente. Lo cierto es que suelen tenerlo las verdades como puños cuando ponen en valor la cultura y la entrega desinteresada de personas valiosas de un modo incuestionable.

 

Y así fue como ocurrió. Telde se unió a su homenaje emocinal y multitudinario en la plaza de San Juan, con música y palabras, de igual modo en la sala de lectura que en la biblioteca de Arnao lleva su nombre y en el monolito pétreo, a mí me gusta verlo -no puedo olvidar ni quiero, mis raíces celtas-, como un menhir enhiesto desafiando al océano, orgulloso de la persona que le prestó sus versos para que las personas que se acercan con paso sosegado, las aves y el Atlántico recuerden al poeta y narrador gariteño-, asomándose al bufadero.

 

Tambien lo hizo el Gobierno de Canarias, a través de la Dirección General de Ordenación y Promoción Turística de la Consejería de Turismo, Cultura y Deportes y en su nombre, su director general, don Ciprián Rivas Fernández con el apoyo incondicional a la reedición de su obra “El camino de Santiago en Gran Canaria. Un viaje a la isla interior”, sin lugar a dudas una de sus mejores creaciones literarias, guía emocional de una ruta que une paisajes y paisanajes, tiempos pasados y presentes, historias y leyendas, fe y esperanza para unos, caminos y valores naturales para otros.

 

Y aquí estoy yo, ahora, golpeando en la puerta de los próceres de la cultura y de las letras canarias, pidiendo tan sólo que lean sus obras -sé que es imposible encontrarlas en librerías pues sus ediciones siempre han sido muy limitadas en el número de ejemplares y buscadas con ahínco por sus incondicionales lectores-, rescatándolas para ello, si es preciso, de las bibliotecas públicas pues todas tienen su Depósito Legal, o solicitándolas a quienes hicimos de las mismas, lecturas gratificantes y salutíferas, lecturas para sentir el mundo con una visión más amplia, diversa y plena.

 

Poco es lo que pido, sólo un poco de atención y su lectura pues, o bien me engaña la amistad que le profeso y ciega mi entendimiento o, convencido estoy en que José Luis ha sido uno de los grandes escritores canarios del siglo XX.

 

A mí, persona que ha compartido con él más que vivencias y letras, me llega con seguir el camino, el derrotero común que ambos habíamos trazado, que no es otro que la defensa de los valores de la gente de nuestros campos, de nuestras costas, de nuestra tierra, el poner en valor aquellos pagos más alejados, la defensa a ultranza de la vida de las plantas y los animales que habitan nuestro entorno y enriquecen hasta hacerlos únicos los espacios naturales de las islas, en suma, la defensa de la vida, la belleza y la palabra.

 

No necesito más, si disfrutan con sus obras, si leen mis modestas observaciones a sus creaciones literarias, el esfuerzo de estas líneas estará compensado. No se engañen, no seré yo quien agradezca el tiempo empleado por ustedes en la lectura de su producción literaria pues estoy convencido que serán ustedes, cuando descubran el universo escondido tras esa visión tan particular de su proyecto Mundo-isla, un proyecto que iba más allá de su obra literaria pues se ramificaba en tertulias científicas y literarias celebradas en su casa -a las cuales tuve el placer de asistir-, talleres de animación a la lectura y labores socioeducativas en otros archipiélagos macaronésicos a través de la incipiente -posiblemente en estado embrionario-, Fundación presidida por él, bautizada Mundo-isla.

 

Será entonces cuando descubrirán la verdadera dimensión del antropólogo y escritor José Luis González Ruano y valorarán, más si cabe, su calidad humana.

 

Culmino el artículo haciendo una rápida semblanza de su obra a través de una rigurosa cronología de sus obras publicadas. Nada mejor para ello que utilizar sus palabras, breves párrafos extraídos de sus creaciones poéticas y narrativas. Trato así, no lo oculto, de acercar su obra a quienes no disponen de unos minutos de su preciado tiempo para indagar sobre alguna de sus obras. No se preocupen, a continuación les oferto una muestra de ellos:

 

Título: “Ulises y la Garita Azul”. Edita M.I. Ayuntamiento de Telde. Concejalía de Urbanismo y Medioambiente. 1988

“Tu sabes, Ulises, que en una isla es inevitable sentir el mar que nos rodea, aunque no lo estamos viendo. Por eso, hijo, los habitantes de una isla nunca perdemos la gracia del mar, por muy lejos que estemos de él. Sabemos llevar con nosotros el peso del aire y la sal. Y es que somos como gaviotas, que temporalmente pudiéramos perdernos tierra adentro, pero que al final siempre buscaríamos la presencia entrañable de la luminosa libertad marina.

 

Todas las islas del archipiélago están llenas de esa luz. Conservan el hechizo luminoso del fuego de su propio origen.”

Capítulo “La isla”

 

“La Garita, Ulises, fue siempre azul. Se perdía hacia abajo adentrándose en el azul del océano y se cubría de azul con los cielos límpidos de primavera.

 

Tendría yo tu edad, hijo, cuando llegué aquí por primera vez. ¡Aún recuerdo su olor a mar! La espuma desbordada de las olas rompiéndose en pedacitos contra las rocas y derramando en el aire un rocío salado que el viento me traía de cuando en cuando. Como no había tantas casas grandes, como ahora, se podía ver cómo los olas se abrían en mil burbujas en una playa y cómo las transportaba el viento, en forma de brisa fresca, hacia la otra. Cada vez, hijo, se hace más difícil el poder sentir de esa manera el abrazo limpio de las fuerzas vivas de la naturaleza.”

 

Capítulo “La mar Garita Azul”

 

Título: “El bosque de Tara. Andando por los Espacios Naturales de Telde”. Edita M.I. Ayuntamiento de Telde. 1995

“Telde es aún, en su geografía natural, el eco sostenido de un paisaje plural. Algo así como un bosque indefinido que temporalmente acaricia la poesía de la nieve efímera, los anillos del tiempo en los árboles honorables, el canto permanente de las aguas libres por el barranco, la sombra húmeda de las sendas selváticas, el ardiente silencio de los volcanes recientes, la serena soledad de las estepas del cereal, el frágil encanto de las flores silvestres, la venturosa eternidad de las arenas fósiles o la grandeza azul del basalto en el océano.”

 

Capítulo: “El bosque de Tara”

 

Título: “Chelonia en Orchilla y el cuaderno de Tindaya”. Azulia editorial. 1998

“Siempre intento recordar cómo entró el mar en mi vida y cada vez quiero saber algo más sobre ese mismo mar que me rodea. Me he acercado a los puertos perdidos en los confines del mundo, he arribado a playas secretas y he contado el tiempo en la arena como si fuera un ave marina”.

 

Chelonia en orchilla

“Esta es la arena que hace mundos,

que fue roca y montaña

sembrada grano a grano

para trazar orillas en los mapas

y buscar la huella de un pie desnudo.”

Título:“Los tiempos de la arena”

I

“Acaso yo también soy un salvaje

y es así como entiendo las cosas.

He visto la montaña sin ojos

para mirar la paz azul

que derrama el horizonte.

Y he visto el Sol y la Luna

iluminando a la vez

su corazón geológico.

…”

II

“Los hombres aparecen y desaparecen

como las olas del Mar.

La Montaña es tierra encarnizada

y permanece severa.

Y los hombres quieren tocarla

una última vez.

¡Siempre una última vez,

para dejar a la intemperie

la eternidad de su alma!

...

III

“Cada parte de esta montaña

es sagrada para mi pueblo,

cada huella en su cima,

cada paso ascendiendo hacia el altar del Sol.

Mientras escribo llega a Tindaya

la última flor de la maresía

y la piedra se agita

como un olivo de agua negra.

Cada hoja de aire profundo

es sangre verde para la Montaña.

…”

IV

“Para que respeten la Montaña,

contadles que la Montaña contiene

las almas de nuestros antepasados.

Contadles que no pueden quitarnos

la mirada interior de nuestros dioses.

El cuaderno de Tindaya

 

Título: “Últimos Pájaros del Océano”. Edita Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias (Número 223). 2000

Azul diario

“Sobre la costa hundida

arde una estatua de salitre

para los pájaros pacíficos

que me piden palabras

con su aleteo humilde.”

 

“En siete palmos de tierra

voy a levantar mi casa,

en siete playas de arena

con maderas naufragadas.

 

Como un pájaro del agua

traeré piedras a la orilla,

mis huellas sobre la lava

serán carne y sal de la isla.

 

Y pondré techo de espinas

a la casa entre las olas,

ojos de peces que miran

mientras la llenan de sombras.

 

Por el jardín de algas rojas

sembraré furiosa espuma

bajo los arcos de conchas

que coronarán la luna.

 

Y en un rincón de medusas

ancladas en las paredes

pondré libros de aventuras

y un cielo de estrellas verdes.

 

Tendré del escualo un diente

para tallar mascarones

con perfiles de mujeres

que busquen el horizonte.

 

Yo voy a guardar las voces

que derrama el oleaje

para delfines sin nombres

que me alegrarán las tardes.

 

Siete piedras litorales

colocadas en racimo

serán caracola y nave

soñando el fuego marino.

 

Título: “El camino de Santiago en Gran Canaria. Un viaje a la isla interior”.

1ª edición. Azulia editorial. 2010.

2ª edición. Gobierno de Canarias. Dirección General de Ordenación y Promoción Turística. 2021.

“La peregrinación fertilizó de la semilla de un naufragio y se hizo leyenda. Cuentan que esta imagen de Santiago viajaba a bordo con unos marinos gallegos que navegaban al sur de la isla cuando fueron sorprendidos por una tormenta. Temerosos de perecer en el océano, imploraron humildemente la misericordia de Dios y la intercesión del Apóstol y prometieron construir una ermita en la primera tierra que vieran sus ojos si lograban salvarse. Así ocurrió. Vislumbrando las cumbres de Tirajana, los náufragos desembarcaron en Arguineguín para ascender por el barranco cargando con la imagen del santo hasta el pinar.”

 

Capítulo “Tunte, la semilla de un naufragio”

“Advierte aquí el graznido de algún cuervo y enseguida este peregrino, que ha pisado ya el camino del norte hacia Compostela, en el antiguo reino de Galicia, rescata leyendas celtas y las vuelve insulares. La reina de los fantasmas, Morrighan, metamorfoseada en una bella hembra de córvido anima a la batalla. ¿Es otra señal? Su súbita aparición, su forma oscura, su vuelo regular a contraviento proclama un conjuro salvaje. Los que antaño erraban de largo por estas alturas, árbol adentro, se hacían cruces a la vista de su negra figura. Y seguían caminado, quizá para no oír el diálogo de las ánimas. Lo cierto es que los cuervos, otrora numerosos, se extinguen en Gran Canaria.”

 

Capítulo “Llanos de la pez, árbol adentro”

“Pienso en todos los viajeros del mundo que llegan a Santiago de Tunte cargados con una ligera mochila para desenredar el hilo de plata que, pasando por esta encrucijada donde me encuentro, los conduce hasta el templo de Santiago de los Caballeros de Gáldar. Es éste el camino insular, el único que parte y arriba protegido por la cruz del santo patrón, un itinerario predeterminado por antiguos tránsitos que surgen a cada recodo para confundirse con el ruido de los pasos propios, como si uno mismo fuera temporalmente una isla a la deriva. Los viajeros aquí se atreven con una peregrinación larvaria, distinta, donde ábsides, bóvedas y arcos románicos son sustituidos por una sucesión de impresionantes monumentos naturales, capiteles vegetales y roques venerados por los aborígenes canarios, que los inician fascinados en un universo volcánico desconocido.”

 

Capítulo: “Cruz de Tejeda, la brújula en la bruma”

 

Título: “Surf republic”. Azulia editorial. 2015

“El suave viento de la orilla deshacía el labio de las olas y levantaba miles de partículas elementales que se perdían en el océano. Silbo Cay seguía aquel soplo de vida renovada con una expresión de concentrada atención, agarrado como un guerrero robusto a su tabla de surf y recibiendo el rumor del oleaje como una revelación.

 

Pensaba en la poderosa estructura de la ola, dominado por aquel esplendor líquido que se desplomaba sucesivamente hasta rendir a sus pies la belleza rutinaria de su peso salvaje.”

 

“Habían señalado la isla de Banaba como un lugar de encuentro, la isla en la que permanecerían algún tiempo para conceder asilo a nuevos insurgentes, desertores de la civilización que habían arrojado al mar a sus dioses y que buscaban en las olas la causa de la auténtica libertad. La isla donde proclamarían ya sin remedio la República. Una nación universal.

 

Lo que hacía a continuación sólo podría saberlo la propia ola, pero se encrespaba al iniciar la suave pendiente del banco de arena submarina, como si se inflara al respirar, y dejaba ver el recorrido fugaz de una luz verdosa a lo largo de su lengua extendida.”

 

Título: “Donde anidan los albatros”. Azulia editorial. 2015

“Escribo recordando el futuro, fragmentos de memoria de los encuentros que sucederán tras haberlos imaginado en las islas azules a lo largo de todos esos años. Hay historias dignas de ser vividas en la lectura.”

 

Capítulo “Atlas para todos esos años”

“Nunca he podido apartarlas de mi ánimo. Nunca he dejado de buscar la luz azulada de las islas sin tiempo. Siempre he sabido que se encontraban allí. Desconozco otros sentimientos que los de la curiosidad por descubrirlas en el confín del mundo. ¿Qué significa el mundo?”

 

Capítulo: “Navegando en la razón de los intrépidos”

“Contemplo el mar junto a los túneles volcánicos. Tengo una piedra en la mano. Es un bello trozo de energía sólida. Magma y cristal verde. Olivina. La llevaré conmigo el resto del viaje. Su espíritu mineral es un reflejo brillante del camino que sigo en la lava. Me han dicho que palpita y activa los chakras del corazón, liberándome de influencias externas. Esencial. La vida permanece también en las cosas inertes, como una luz imaginaria.”

 

Capítulo: “Revelaciones de la lava en la laguna verde de Clicos”

“La caída del macizo montañoso hasta precipitarse en el mar deja ver el esfuerzo humano en la confusión del salitre y la niebla, en los campos sembrados de tubérculos y viñas y en las bodegas y los lagares excavados más allá, en la toba volcánica de Los Chorros. Se siente una energía limpia que asciende desde el fondo. Taganana es todavía un valle fértil para la vida apacible.”

 

Capítulo: “La verdadera naturaleza de los vislumbres en Guayonje”

 

Título: “Isla de Lobos”. Azulia editorial. 2015

“El Atlántico es un océano profundo y violento. Dicen los hombres del mar que en alguna parte de su soledad pelágica, al noroeste de la costa africana, los días de calma se siente el impulso candente del magma mezclándose con una fría y débil corriente marina para que emerjan rocas y hombres azules. Aseguran que también se oyen los ecos sumergidos de las islas volcánicas y que, bajo un cielo luminoso, parecen haber estado allí desde siempre”.

 

“Ulises Duncan no pudo sino elogiar aquella voluntad interpretativa que pretendía sustanciar un bien común a todo lobo de mar: el eterno desamparo en el desierto de las privaciones. La lectura de Horizontes perdidos, de Hilton, Los cazadores de cabezas, de Salgari, Cumbres borrascosas, de Brontë, o El vendedor de cadáveres, de Conan Doyle, por citar sólo algunas, parecía advertir a la perfección una instrucción más patológica que literaria, como si hubiesen sido escritas nada más que para curar el recogimiento en sí mismo de un montón de vidas paralelas dispuestas a emocionarse en cualquier lugar inencontrable lejos del mundo.”

 

“Desde lo alto de la montaña el torrero Barbas estuvo todo el tiempo vigilando el mundo que se extendía azul ante sus ojos, buscando una mancha de hombre muerto atravesando con un cuchillo el corazón de un monstruo marino. Evitaba decir a los muchachos cuánto lo sentía y, al verlos marchar, se quedó pensando que quizá toda la vida era un profundo error, que tal vez había una razón concreta para la esterilidad masculina en la continuidad del mundo. Luego recordó que pronto pasarían cerca de la isla las ballenas de abril compartiendo el esplendor oceánico y rezó para llegar a verlas por última vez.”

 

Título: “El archipiélago nómada. Un viaje libre y salvaje por las islas Canarias”. Azulia editorial. 2018

“Los restos del mundo se arrojan a las islas. No es un naufragio insensible. Es un viaje necesario y antes de partir ya estoy leyendo a Conrad con la profundidad del lenguaje oceánico en el vuelo de las aves, con los pies en la misma orilla del mar y a punto de alcanzar el sueño azul de mis ojos, La danza incesante de las mareas ha gastado el tiempo. No hay otro lugar, sólo islas a la deriva”.

 

Capítulo: “Las olvidadas sirenas de Marabunda”

“Escribo sobre la creatividad del viaje, vagabundo de las islas. Es una continuidad simbólica. Nada supera a la fuerza arrolladora de un lugar escondido y salvaje. Anima a seguir descubriendo libremente. Andar se vuelve un propósito auténtico, sin otra utilidad inmediata.”

 

Capítulo: “El aroma del océano en las arenas de Ambra”.

 

Comentarios

  • Juanma Santana Díaz
    20/03/2023 - 06:26

    Tuve la gran suerte de conocerle, aunque efímeramente, ese encuentro marcó el devenir de mis días, descubrir su libro "Un viaje a la isla interior", me convirtió en precursor de "El Camino de Santiago de Gran Canaria", y desde hace 8 años, la historia actual de este "Camino entre Volcanes", gira en torno a él y a lo que yo humildemente puedo transmitir via oral, física o mediáticamente......

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  • Alejandro Dieppa
    19/03/2023 - 21:35

    Don José Manuel Espino Melián me ha encantado y es de recibo, resaltar los acentos -no gramaticales-, en esta matnifica columna.

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  • Chus
    19/03/2023 - 19:42

    Que buen trabajo, acercar a todos un poco de sus obras. Me encantó leerlo. Ojalá reconozcan su valía como escritor

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